Escribir o
no escribir, allí está la cuestión. (2.2)
“La lujuria de la
escritura responde al deseo apasionado, es decir, a la necesidad vital de ésta…”
*
Llegué al taller de escritura creativa un 1 de octubre de
2019. Un día con significado à la carte
para mí, el Día Internacional de los
Mayores. Un día significativo en otro sentido también, aquel de encontrar y encontrarme. Desde entonces
persigo estar al día con las exigencias del taller, voy hurgando voy encontrando
en mí lo que no sabía que podía estar, lo mismo en otros. Como en una simple
frase, en una calle, en unos árboles, en el cielo a la puerta de la librería,
en un aroma indefinido, en un sabor luminoso, en un sonido inaudible, en los
comportamientos previsibles y no tanto de las personas reales o de las imaginarias,
en las pasiones relatadas y que no se olvidan, en las propias emociones, en un
simple encadenamiento de palabras que son como un password para apreciar un universo más rico. Tengo que expresarme,
tengo que moderar mis emociones, tengo que hacerlas descifrables, admirar y
denigrar todo y todos sin perder la alegría de crear mecanismos de comunicación,
de transmitir y recibir.
“… la vejez, también
ese vago autismo que el tiempo hace aflorar en quienes empiezan a vivir
demasiado o son longevos por encima de las posibilidades razonables, acaban
haciendo su efecto. [… es] ésta una escéptica lucidez final, como si todo se iluminase
por última vez con una claridad diáfana antes de sumirse, o sumirte, en la
cuesta debajo de la decadencia física e intelectual, del tiempo final y del
olvido.” **
Puedo entender y compartir lo anterior, pero no es lo que
siento hoy. Secretamente sabía hace tiempo que tenía sentimientos, emociones
que sólo podía expresar con palabras. He desarrollado actividades dentro del
arte, lo abstracto, aunque bello de la música, la imagen fotográfica, cercana a
la percepción de esa lucidez final que
menciona el autor, ambas me quedan cortas para expresar con contundencia lo que
deseo. Poco a poco, voy adquiriendo conciencia de un renacer en mi percepción.
El escribir adiciona valores, me sugiere imágenes, oigo sonidos, percibo
ritmos, puedo trasladarlos todos juntos y sumados a una infinidad de
descubrimientos, interés por los interiores propios y de otros, interés por los
objetos, siento ahora esa urgencia por adelantarme esa cuesta debajo.
Renacer no sólo en la percepción, también en la tolerancia y
en la aceptación. Renacer para descubrir lo que, casi, no hice por 77 años. Es desde
aquel Día de los Mayores de 2019 una asignatura pendiente que pesa, y mucho, la
encaro con coraje y arrojo. Una vez le preguntaron a Lorrie Moore qué
acontecimiento de su infancia había contribuido más a que se transformara en
escritora. La respuesta es bastante habitual en todos los verdaderos
escritores, es la ensoñación, el sueño de escribir, una gran voracidad lectora,
el amor por los libros. “… [estos hechos
fueron] los más encantadores y formativos momentos de mi niñez.” Además, una
de las condicionantes que la llevaron a ella, y a otros a ser escritores, fue la
timidez para expresarse hablando, al hacerlo por escrito se expresaban mucho
mejor: “Lo que es un inconveniente en la
niñez se vuelve ventaja para la vida literaria.”
¡Qué hermoso, y qué afortunada ha sido Lorrie! Quienes no
pasamos por esos formativos antecedentes deseamos igualmente expresarnos. Durante
muchos años he acumulado múltiples experiencias, buenas y malas, hechos
queridos u odiados, ilusiones y desilusiones, propias o de otros, amores y
desamores a mansalva, pero por sobre todo he sufrido y gozado la alegría que al
vivirlos me enriqueció. Por eso hablo de renacer, debo plasmar, recombinar el
contenido de esas neuronas todavía cargadas de sensaciones y sentimientos para
lograr transmitir vida, transmitir alegría. Coincidido con Borges, decía que
todo lo que escribimos es autobiográfico, aunque sea fantástico y ficcionado, y
se identifica con sus personajes: “…en
mis relatos soy yo disfrazado y muchas veces también sin disfraz”. B.
Blasco coincide: “Yo soy mis personajes”.
Lorrie Moore establece algo distinto: “Yo
nunca estoy escribiendo una autobiografía, me aburriría y el lector se
aburriría también, esa escritura no va a ninguna parte. Uno tiene que imaginar,
uno tiene que crear (exagerar, mentir, fabricar una tela entera de los parches
que quedan) porque si no la cosa no aparecerá viva como arte”. Sin embargo,
inmediatamente cuenta que aquello sobre lo que uno escribe lo toma de su
inmediato mundo circundante o de lo que ha experimentado uno mismo o nuestros
amigos … O sea, autobiografía en otras palabras. Y siento lo mismo, estoy de
acuerdo con todos ellos.
Pero, ¿a qué viene todo esto? Retomo al concepto de encontrar y encontrarme. En esta carrera
por ir desempolvando lo que queda de esas experiencias, las que uno necesita
para exagerar, mentir, fabricar etc. según
Moore, busco herramientas que suplan lo que tanto el talento como los
antecedentes no se han dado en mí. Por eso debo renacer, debo tener la
habilidad de expresarme más profundamente, debo evitar el discurso del stand-up escrito. Seguramente, lo no
obtenido en mi niñez y temprana juventud en el sentido que expresa Lorrie
Moore, podría transformarlo en un “asset
in literally life” (trad: capital en vida literaria). ¿Por qué, entonces,
no uso aquellas situaciones que marcaron mi memoria? Siendo muy niño fui repetidas
veces a buscar a mi padre al bar de copas cercano a su trabajo, quería sacarlo
del beberaje de caña (aguardiente) con pitanga que hacía junto a otros obreros
amigos, esa atmósfera social, esa humanidad alejada del arte y la intelectualidad,
esto sería hoy un verdadero “capital para
la vida literaria”. Tampoco debería dejar de lado, menos que menos, a mi
madre: “tu padre debería haber sido otro”
me decía, éste y otros conceptos harían las delicias de cualquier sesión de
psicología. Equipado en buena parte con estas dos fuentes podría suplir
innumerables carencias que me han impedido llegar a escribir literariamente, quizá
pueda producir algo. (Ver “No se me ocurre nada literario, y la nada es así”).
Finalmente, toda la cuestión se reduce a escribir y escribir
y escribir un poco más y seguir escribiendo, o sea, a encontrar y encontrarme.
Valencia, 24 de mayo de 2021.
Notas:
* Francisco
Brines, de una entrevista reciente
** A. Pérez Reverte en XL Semanal
No hay comentarios:
Publicar un comentario