martes, 25 de mayo de 2021

"No se me ocurre nada ..." Bonus track (sentido y escrito en plena reclusión del 2020)

Este texto sería justamente a la inversa de lo que debíamos hacer como deber: no encara el "por qué escribo" sino el porqué "no escribo". Fue hecho de un tirón, sin pausa, sólo tuve que ver al final el título de los relatos de Hemingway que no recordaba, todo está tal cual vino a mi mente en ese momento del encierro. Algunos compañeros que estuvieron en el curso anterior puede que hayan perdido preciosos minutos leyéndolo. No fue un ejercicio encargado, fue como un grito desesperado a ver si se me ocurría algo, os informo que sigo igual ... 

No se me ocurre nada literario, y la nada es así:

No veo porqué relatar el camino de vuelta a casa luego de 20 años de penurias de navegación 
sorteando ataques bestiales e inclemencias mayores que las bíblicas. No pienso en mundos diferentes y terroríficos de plantas carnívoras con iniciativa propia. No lucho para salir de laberintos intelectuales perseguido por tristes monstruos indescriptibles. No me veo transformándome en una piedra consciente viajando por el espacio infinito. No logro pensar que mis extremidades son como las patas de un insecto barrigón y abominable. No siento necesidad de contar sobre seres deformados y mutilados que encontramos en la aventura de la vida, o de la de la muerte. No quiero contar de mi perro acompañándome en una camioneta en un largo viaje porque no tengo ni perro ni camioneta. No resbalo por las laderas de montañas a mundos apartados, mundos aislados donde se cumple aquello de que el tuerto puede ser rey. No conozco ningún boxeador ni jockey para que me pase el dato y le pueda jugar al oponente y tener jugosas ganancias. No conozco a ningún torero para admirar su figura en el ruedo y su miseria borracha y mezquina en la cantina. No tomaré todos los gintonics necesarios para ver más allá de 700 rinocerontes. No podré ir a la gran fiesta de los publicitarios de McDonald’s porque no tengo un Datsun tuneado. No puedo negarme a revisar escritos como me lo pide el jefe porque no tengo jefe y hago lo que me place. No me gusta que se quemen los libros porque son caros y si no se leen bien se pueden reciclar para papel higiénico. No conozco a ninguna dama antigua que pasee su perrito y pueda describir. No recuerdo un discurso, aquel donde evitaría mencionar a Shakespeare, para recitar en un baile de Dublín porque nunca estuve allí. No soy heroinómano a pesar de no haber sido un niño querido ni ninguna droga me ha amado excepto la ambición de saber más leyendo.

No me surgen episodios con ninfas lésbicas. No imagino escenas con centauros homosexuales. No necesito saber de las experiencias angustiosas de jóvenes desfloradas. No veo lolitas en mi entorno, tampoco pederastas. No conozco depravados necrofílicos. No sé de galanes cinematográficos que me relaten sus orgías múltiples. No soporto el olor que produce el humo del cannabis para adentrarme en ese universo popular de neuronas carcomidas. No soporto a los borrachos que podrían trasladarme a ese mundo de alucinaciones al que llegan en sus delirios. No puedo beber más de dos o tres medidas de whisky sin vomitar, aún sosteniendo la firme voluntad de alcanzar sueños etílicos que me hagan percibir algo fantasioso. No oigo en mi ilusión auditiva una sonata de violín y piano de Beethoven porque el violinista está muerto y no toco el piano desde hace 66 años.  No encuentro en el gris de la multiplicidad de sombras ese hilo erótico que alimente mi creatividad esquiva.  

Vuelvo al silestone de la cocina. Una pila de platos y cacharros que he acumulado desde ayer esperan, tal cual paciente enfermo en dispensario público. Esperan a que les llegue ese turno que podrá liberarlos de indecibles impurezas. Pero no son los platos que se liberan sino yo quien se libera unos veinte minutos de la carga mental de dudar. Voy aprendiendo que pasar la aspiradora y luego la fregona por todo el piso es una acción asimismo liberadora. Me libera de saber que el ordenador espera que lo teclee uniendo letras, luego palabras, a su vez formando frases y luego párrafos para armar capítulos en una obra que tenga sentido o, que no tenga ninguno. A veces, como dejaba claro Jerzy Kosinski en Desde el jardín, más importa lo que lectores, críticos y comunicadores establezcan como sentido que lo que el generador del pensamiento ni siquiera imagina que ha querido decir. Así, mientras espero que escurran platos, platillos, tazas, pocillos, cubiertos, cucharones, espátulas, ollas, cazos, sartenes y mi querido wok me pongo a no escribir nada. La nada es algo interesante pues da para pensar a pesar de no ser nada. No quiero recordaros todo lo que se ha escrito sobre la nada a más de ésta, mi reciente contribución para agregar nada a la nada. Quizá todo sea como decía mi tío gallego, el Ing. Enrique Fraga Cancela al definir la nada:

“Solo es un cuchillo sin mango al que le falta la hoja.”

Mario A. Navarro. Valencia, 1 de mayo de 2020.

Para refrescar la memoria sobre lo que cito y en el orden escrito de punto a punto ortográfico:

La odisea (Homero), The Day of the Triffids (John Wyndham), La casa de Asterión (Jorge L. Borges), A Space Odyssey (Arthur D. Clarke), La metamorfosis (Franz Kafka), A Farewell to Arms y Metralla (Ernest Hemingway-Jesús Zomeño), Travels with Charley (John Steinbeck), The Country of the Blind (Herbert G. Wells), Fifty Grand (Ernst Hemingway), The Undefeated (Ernest Hemingway), Setecientos millones de rinocerontes (Manuel Vilas), Westward the Course of the Empire takes its Way (David F. Wallace), Bartleby the Scrivener: A Story of Wall Street (Herman Melville), Farenheit 451 (Ray Bradbury), La dama del perrito (Anton Chéjov), The Dead (James Joyce), La memoria del alambre (Bárbara Blasco).

Miles de relatos y films, otros miles de relatos y films, decenas de relatos y series de televisión, Lolita (Vladimir Nabókov), decenas de relatos y algún que otro film, cientos de relatos y muchos films, miles de relatos, muchos más miles sumados a films y dramas, mi propia experiencia, La sonata Kreutzer (Lev Tolstoi), Cincuenta sombras de Grey (Erika Leonard Mitchell o sea E.L. James).

Nota: He tratado de mantener los títulos en el original según el idioma en que los leí.

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