Corteza
—Es todo como muy abstracto de contar, pero os prometo que se ve.
—No es la primera vez que intentas colárnosla.
—Todavía recuerdo la cara de tontas que se nos quedó con el telescopio nudista.Todas como idas apuntando a las ventanas de los vecinos. ¡Fuego a indiscreción!
—O cuando nos juraste, por tu abuela y por tu perro, que se nos rizaría el pelo si nos lo restregábamos con ajo todos los días.
—Casi nos tiran de clase por apestosas. ¡En mi vida había pasado tanta vergüenza!
—Esta vez no os miento, de verdad. Venga, acercaos.
—Tú primero, Ana. Eres la hija de la alcaldesa, te toca por autoridad.
—De eso nada. Amalia es la hija del sargento, le toca por seguridad.
—No, ya no lo soy.
—¿Desde cuándo?
—¿Y tú desde cuándo eres periodista?
—Va, Ana, siempre has sido la más valiente de todas, que no se diga.
—Esta bien, ¡pero si me quedo sin ojo tendréis que financiarme uno de cristal entre todas!
—¡Que sí, pesada!
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