miércoles, 28 de octubre de 2020

Dicen las ironías (Bonus track al ejercicio Nº 1)

 

Dicen las ironías

No sé si al tratar de escribir sobre ironía no estoy siendo, justamente, irónico. Una ironía no deja de tener la cualidad de reflejarse en sí misma, resultará entonces que será, a su vez, otra ironía. Es claro que una ironía, toda ironía, para ser tal deberá manifestarse en forma sutil. Es un producto, irónicamente hablando, de la inteligencia al igual que el humor, o más bien que la política (no los políticos). ¿Cómo la política?, resulta que la propia ironía es, digamos, irónica.

Ah, ¡echo de menos el sarcasmo! Sí, el querido sarcasmo tiene la lealtad de querer decir lo que dice. La ironía nos confunde con esa salva de dos significados opuestos al mismo tiempo. Uf, nos exige pensar, algo antiguo, algo fuera del confort del siglo XXI. La política es una ironía; recordemos que la ironía requiere inteligencia general y no sólo la orientada al propio beneficio (como la que detentan los políticos). Me he enterado de que se ha establecido un panel de expertos en ironía para ayudar a estos políticos a desentrañar las claves de la situación, esa gran generadora de ironías. Pero se da la irónica coincidencia de que ese panel de expertos, como irónicamente sabemos, no existe.

¡Qué pena que no tengamos un comité de expertos del sarcasmo! El sarcasmo es lo que necesitamos, directo, brutal, sin misericordias, repleto de sinceridad y exento del doble significado de la esquiva ironía. La ironía no deja de ser hipocresía elegante para mentes que se creen despiertas. Ese comité de expertos en la ironía, irónicamente inexistente, debería recomendar que se pongan obligatoriamente subtítulos como en las películas; así se traduciría el lenguaje irónico en frases complacientes para la gente. Es que la gente no entiende y allí radica el gran uso que de ella hacen los políticos. La ironía es desigualdad, discrimina, es sólo para unos pocos pijos ilustrados. También me gusta el cinismo, es maravilloso, total e invariablemente sincero. Es lo contrario de la ironía que no pone la cara, que es una estrategia para usar lenguaje indirecto. No penséis que soy listillo para ocultaros lo que quiero decir, realmente lo que aparenta (irónico, ¿no?), finalmente resulta en una ironía, ¿lo veis claro?

Os refiero mi ironía favorita: la “corrección política”. Tiene todo, no sólo el clásico doble sentido de la ironía literaria, sino que agrega en forma subyacente, más significados o, irónicamente, ninguno. Lo más evidente es que si es corrección no puede ser política y, si es política no puede ser correcta. Pero eso es demasiado obvio. Creo que estamos ante un maravilloso eufemismo con múltiples posibilidades de que termine en varias ironías, cada una detentando una verdad irrefutable: que todo es una ironía.

Para terminar, me declaro incapacitado para escribir sobre ironía, eso constituye la gran ironía de este texto. Lamento que llegarais hasta aquí; cuento con vuestra irónica indulgencia ya que poseo cuchillo de palo viviendo en casa de herrero y no dejo de tener los dientes que dios me dio a pesar de no comer pan. Uy, mezclé las palabras, muy anacoluto pero nada afasio, la ironía queda.  

“El mundo es una comedia para aquellos que piensan… (y una tragedia para los que sienten)” (Horace Walpole 1776)

Valencia, 28 de octubre de 2020.

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