90-60-90
Las cifras mágicas. Las mismas de Marilyn Monroe en su apogeo. Me pellizco, no puedo creerlo, me pregunto si será realmente así, ¿estaré soñando? Fotografío a Isadora, una chica 90-60-90 según dice ella misma: y por obra y gracia de Dios. Yo la creo, admiro la obra de Dios; sólo las diosas pueden tener esos 90-60-90 (exceptuado el imperio de la silicona).
La conocí al fotografiar un coro de cámara de estudiantes
que dirige una amiga; estaba en la sección de contraltos. Apenas noté su potencial le hablé para sugerirle,
si le apetecía, que pasara por mi estudio para unas tomas individuales; le veía
grandes posibilidades para modelar con sus generosos 1.75 m de altura y
proporcionadas formas. Por esos días fotografiaba una colección de lencería y
mallas de baño; no estaba conforme con las modelos que había enviado la
agencia. Isadora bien podría ser quien refrescara las imágenes de ese trabajo. Claro,
necesitaría alguna instrucción previa de modelaje, tarea que podía realizar mi
asistente, quien había sido modelo, y yo mismo. Por años, mi pasión se ha centrado en la fotografía
creativa de ballet y su entorno; debo reconocer, sin embargo, que la publicitaria
es la que me da de comer.
Encuadrar a Isadora en el visor de mis cámaras me hacía
sentir que comía una hamburguesa triple con beicon, queso azul, cheddar,
pepinillos agridulces, huevo frito, mahonesa y bastante salsa barbacoa
acompañadas de sabrosas patatas bravas. Las bailarinas llegaban, según mi
memoria visual, táctil, sensible, fotográfica a unos 55-50-60 aunque nunca me
preocupé por esas medidas. En el ámbito del ballet las cosas van por otro lado.
Si alguien llega a integrar una compañía de danza es porque el exhaustivo
entrenamiento ha hecho a su cuerpo así. Importa lo que una bailarina o bailarín
logra realizar con esos músculos. Son centímetros cuadrados, cúbicos más bien, de
terreno firme, duro en musculatura para poder realizar un grand jeté en tournant, una secuencia de pas de chat o un fouetté rond
de jambe al tiempo de la música. Cuerpos sin excesos, sin grasas, cuerpos con
propósitos, formas que resultan en medidas que el escenario transforma a la
vista del espectador; todo aparenta ser diferente bajo los focos de luz. Sabía
que Isadora no era una bailarina, yo seguía encandilado por esos 90-60-90.
Razonaba, como para justificarme, que eran pensamientos meramente profesionales.
A la nochecita, vuelvo a mi casa al terminar la larga
jornada de tomas y cuarto oscuro. Le comento a mi compañera, bailarina de
ballet, el trabajo del día y la sesión de fotos con Isadora, la chica que había
descubierto en un coro. Le conté, riendo, lo de los 90-60-90 y que había sido
la propia joven, plenamente consciente de su atractiva figura, quien lo había
dicho con orgullo, hasta quizá con cierto sarcasmo por saberse siempre
observada. Le aclaré, bromeando, que no le había tomado ninguna medida para
verificar sus afirmaciones. Luego cenamos, yo mismo había cocinado una brótola maître d’hôtel con una guarnición simple
de patatas y boniatos que quedó superlativa, la regamos con abundante Cabernet Franc Rosé D’Anjou, cerramos
con amaretti di Saronno, Sambuca siciliana y ristretto. Finalmente nos vamos a dormir. Entonces, en un momento lleno
de ternura, de miradas invitantes, de sugerentes movimientos, de caricias
prolongadas, de silencioso deseo, sus húmedos y apasionados labios susurran en mi oído:
“Less is more”, ¿verdad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario