La cosa más linda (monólogo) 3.4
El personaje
que habla está en pijamas, el pantalón atado con un cordón que fue blanco, el
saco sin abotonar deja ver unos raídos pelos blancos brotando de su pecho, usa
chancletas Sorpasso de plástico marrón, se ven las uñas de los pies, largas y
sucias, tiene la del dedo meñique de su mano izquierda extremadamente larga, no
se la corta desde que estaba en el penal, una promesa, el pelo entrecano está desarreglado
y grasiento, se sienta en un banquito rústico de madera de construcción, justo
enfrente sentado en otro, un amigo silencioso arma cigarrillos con gran
parsimonia, usan un tronco cortado como mesa donde se ve un termo, sendos mates
en soportes de cuero, dos vasitos de 50cc y una botella de grapa con tiras de cáscaras
de limón dentro, están a la sombra de un frondoso ombú en una chacra del cinturón de una
ciudad populosa.
—Pará, che, no seás nabo; ¿cómo le vas a decir a los de la
tele que no estoy?, gilún. Yamá ya y deciles que volví y que acepto que me
hagan la puta entrevista. Tengo muuucho panseñarles, bo. Pasá el amargo, dale, vas
a ver todo lo que les viá contar, les viá. ¿Qué te creés, boludo?, asaltar un
banco no es pa’ giles, no, hay que laburar, ¿'tá? Tá, tabién, peor la pasé de
motochorro, así empecé. Escuchame, me hice bosta 2 veces por culpa de alguna
jermu que no aflojaba la cartera. Lo peor es que después de tanto quilombo sólo
sacás chirolas. Una vez se me cayó una javie con el empujón, y vi que quedó ahí,
tirada en la vedera. Escuchame gil, no quería que palmara, ¡qué me importa!,
pero me acordaba de mi vieja. Me saqué la campera pa’ disimular, y volví, había
gente alrededor, mucho quilombo al pedo, sólo se había roto la cadera, no era
pa’ tanto, nada, así que me las tomé sordina, ¿viste?, tanto joder pa’ sacar
chirolas. Con los bancos fue otra cosa, fue. Más clase, ¡ja, ja! Entonce’ me tomaron
los de la orga, ‘taban bien preparados, ‘taban. Me dieron la .45, la Colt de mi
alma, y también un par de compas que venían con la Uzi pa’ lo’ laburo’. Pero, mirá,
la mierda de suerte que me trajo una Uzi, me agarró la cana en el rioba, no
tenía la moto y andaba en chiva, claro, no pude pelármela, iba pedaleando como
un boludo, no les gustó la metralleta que tenía cruzada al pecho. Yo también, soy
un flor de pelotas, ¿viste?, uno la caga también.
Dale, pasá una con limón, se extraña la grapita cuando estás
en gayola. Fueron muchos años, pero safé; safé por guerriyero, salí y chau. Los
nabos de los otros malandras como yo se quedaron a la sombra porque no eran sopre’
político’, no eran, ¡manga de giles!, ¿Visste, visste?, lo de la orga sirvió pa’
algo. Les viá contar cómo en ese primer laburo mostré quién era el que mandaba.
Había un prosegur, flor de botón, un pobre pelotudo que se creía milico, se
hizo el sargento Sanders el nunca visto, y lo boletié, ¡qué nabo! Te digo,
macho, que me impresionó, verlo boquear mientras se desangraba no me gustó,
pensé en mi vieja, mirá si me veía a mí en una así. Los guardias de otros
bancos, una manga de desgraciados, ganan moneditas y no se la van a jugar, no
son belinunes, no jodieron nunca más, sabían que mi .45 mandaba, bo. Pero qué
le va’chacher, el laburo ‘ta’í, es un laburo, ¿chapás? Después, volver a usar
el fierro fue más yevadero, en otro laburito tuve que cayar una jermu que no
paraba de gritar; me piré, la quemé, pero no me bancaba a esa conchuda
chillando como cuando pisás un rope. Como digo siempre, las minas tienen que
quedarse en la casa pa’cuidar lo’ gurise’, pa’cuidarlo’, bo, y preparar el
morfe pa’l choma. ¿Qué es eso de ir al banco?, andar en la yeca es de yira. Mirá
boludo, los de la orga me criticaron, pero yo digo lo que pienso, y chau, se los
dije así: mala suerte si nos les piache, chuchamo’.
‘Ta buena la grapita, ‘ta, serví otra, macho. No te creás que
lo de los cobán’ es boleta; se te puede armar flor de boquilón, se te mean las
minas cuando les mostrás el fierro, qué asco. Lo peor me pasó cuando encañoné a
un gerente con, ah … ¡qué recuerdo, la .45!, me hace sentir bien porque da miedo
y todos se cagan, es un caño bien de choma, grande, pesado y largo, ja, ja. El
desgraciado tenía que abrirnos la caja y, ¿podés creer que se me cagó?; sí, boludo,
se me cagó adelante mío. Una baranda imbancable, boludo, no se podía más. Lo
iba a boletear, pero me dí cuenta que frito iba a seguir jediendo igual, así
que me ahorré el chumbo.
Yo, macho, siempre tranqui. Lo chuchamo de la orga me
enseñaron pila de cosa’, me enseñaron. Mirá gil, me dijeron que los cobán son todo’
delincuente’, son; de lo peor, pero sin violencia sangrienta, es la gloria, ¿chapás?,
hacen plata con la guita de otros, unos genios. Así que me acordé de lo que
decía mi viejita querida, el que afana a un ladrón tiene mil años de perdón,
gil. También querían que leyera libros, ¿te das cuenta macho?, yo lector, ja,
ja. Había un gringo, el ruso le decían, la iba de troesma, nos traía libros
desde la embajada donde laburaba. Lo’ chuchamo de la orga me tenían con las
bolas por el piso, cómo iba a entender el mundo si no leía a Marx, Enguel,
Rusó, Guevara y yo qué sé, otros pelotudos, casi todos con nombres raros y
todas esas putas cosas, pelotudeces que no entiende nadies, esos engominados se
creían más vivos que uno, así era macho. ‘Cuchame bo, yo les decía que sabía
más que ellos; que había ido a la universidá de la yeca; además, en la gayola me
armaba un banquito poniendo un libraco arriba de otro pa’sentarme a matear o p’aguantar
la viola. Los de la orga se quejaban porque no intervenía en la’ discusione’
política’; y dale que va, pero yo les decía: los que no chapan un tesoré son ustedes,
manga de giles, a mí los libros me entran por el culo cuando me siento arriba
de esos montones, boludo, ja, ja.
Dale, serví con fe esa grapita con limón, ’ta buena, gil.
Mirá macho, sabés, ya te dije que fui a la universidá de la yeca; sí, la misma,
la de la yeca, y aprendí la verdá, boludo, mirá, la verdá de la milanesa; la
vida se te escapa y se te va minuto a minuto y no podés ir al súper y comprarte
medio quilo de vida, no podés, boludo. Disfruté aquel laburo, qué recuerdos que
tengo, ‘toy en la gloria, ‘toy. Por eso siempre digo que la cosa más linda que
hay es entrar a un banco con una .45, así todo el mundo te respeta. Eso es lo
que me gusta macho, que me respeten. Como en la gayola, los que me hacían algo que
no me caía me la pagaban, ja, ja, no la pasaban nada bien después, tenía todo
arreglado con los milicos del penal, ¿viste?; cuando armaba la murguita con
otros sopres iba señalando disimulado a los hijos de remil puta pa’ que los
castigaran, los botones captaban las indirectas, ¿‘ta? Se las cobré una a una, a
mí no me joden; ¿’ta claro? ja, ja.
Pará, dale, serví la del estribo, serví, y metele antes que
lleguen los boludos de la tele.
Valencia, 13 de junio de 2020
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