Auto-ficción:
Afterburner
Vine al mundo dentro de una familia muy grande, soy el simple,
modesto, funcional, el frugal. No tengo pretensiones. No soy deportivo, menos
aún voluptuoso, poseo la elegancia del humilde. Orgulloso por mi falta de
glamur, por mi vocación de servicio. Siempre pronto para cumplir, perennemente fiel.
Son las 11 de la noche, mi amigo está contrariado, vio a su novia con otro.
Está desesperado, necesita embotarse, necesita olvidar. Lo llevo fuera de su
ciudad. Llegamos. Hay farolas, esparcen una luz de sudario, proviene de sus
lámparas de vapor de sodio. Un hálito siniestro intensifica la soledad militante
del pueblo. En la bruma marina, en el aire salobre, hay un silencio espeso, contribuye
a crear alienación. Esa luz espolvorea una fina capa de matiz naranja, inunda el
pueblo de Plymouth, Ma. en Nueva Inglaterra. Mi amigo siente que todo lo abruma,
que todo lo atrae, no logra abstraerse, su pena pesa mucho. Sigo conduciéndolo.
Lo transporto con placer, le transmito confianza, soy
perpetuamente seguro. Doblo a la izquierda, doblo a la derecha, vuelvo atrás,
continúo. No voy ni rápido ni lento, lo hago como mi fiel y burgués naturaleza permite.
Doy vueltas a la manzana, tomo Main
Street. No lo llevo a ningún lado. Nos envuelve un aura de irrealidad;
estamos condenados a surcar a través de ese matiz estratosférico, omnisciente,
ineludible e insondable, es más que la luz de vapor de sodio, es un universo
diverso. Sigo conduciéndolo.
Recorro convencido un camino que no va a ninguna parte. Sobre
mi derecha, agazapada cerca de la esquina, detecto una escultural Plymouth Fury Coupé. Es de 1957, color Sand Dune White. La impulsa un V8, 318CID,
dos carburadores de cuatro bocas, ¡esos sí son músculos! Continúo por Main Street. La Fury arranca, ahora rueda siguiendo mi trayectoria. Mi marcha
continúa impertérrita, sin acelerar, sin ralentizar, sin alterar la velocidad. Detrás
de mí, la Fury ronronea, es su poderoso
V8, sigue mi ritmo, noto que se va acercando poco a poco. No sé si me persigue,
no me importa. Yo llevo a mi amigo, es un amo para mí, no voy a detenerme. Lo
que deseo es llevarlo. Prosigo. No le pregunto qué razón tenía para estar a las
11 de la noche en Plymouth, Ma. Sigo conduciéndolo.
Dos coches circulan sumergidos en esa atmósfera enrarecida, podría
engullirlos. Uno guía al otro, no hay destino. No nos dirigimos a parte alguna,
sólo nos movemos. Mi amigo y yo, acompañados, seguidos, ¿perseguidos? Voy por Main Street, termina ya; si continúo
salgo del pueblo. Doy una vuelta en U. La
Fury me imita. Todo es igual. Todo está desierto. Todo invadido por la de
luz de sodio, asfixiante, desbordante, oprimente, implacable, interminable,
invencible, como antes, como recién, como ahora, como después. Sigo
conduciéndolo.
Aspiro el aire salobre del mar, hay un puerto, no me
importa, no iremos. Tampoco sé por qué ruedo, pero obedezco, no puedo detenerme.
Es un designio irreversible, no existe razón, pero seguimos. Sólo circular y
circular hasta ninguna parte. La Fury
se adelanta, ahora está a mi lado, el habitáculo es profundamente negro, no se
ve al conductor. Me empuja, me quiere sacar del camino, me choca en el costado.
Freno repentinamente y ahora soy yo quien la embiste, le produzco deterioros
notorios. Soy duro, soy simple, soy fuerte. Ella es glamur, es belleza, es atracción,
es pura sensualidad. De pronto, comienza a agrandarse, desaparecen los daños que
le causé, ahora se transforma en un tanque amenazador, sigue creciendo. Veo
llamaradas saliendo por sus escapes. No tengo alternativa, uso el poco
combustible que me queda para encender el afterburner*,
la turbina zumba, llega a miles y miles de revoluciones, nos impulsa, nos
eleva, surcamos ese manto naranja y húmedo que nos ahogaba, volamos hacia la dimensión
de los eternamente inalcanzables, somos poderosos. La Fury queda atrapada en el suelo, sólo puede rodar, es terrenal, sigue
en Main Street, es incapaz de volar pese
a los abundantes corceles que habitan bajo su capot. Sigo conduciéndolo.
Mi destino es rodar, nuestra redención es circular. Él, mi amigo, no sabe hacia dónde va. Sigo conduciéndolo.
Firmado: Ford Customline Tudor 1955 (6 cilindros, manual, color verde sea sprite, sin extras)
Valencia, 7 de mayo de 2021.
* Nota: El postquemador, conocido por afterburner, es un dispositivo que inyecta grandes cantidades de combustible a una cámara de combustión externa en una turbina de reacción. Se usa en los motores de los cazas militares para proporcionar empuje adicional por cortos períodos de tiempo para ciertas maniobras de combate aéreo (dog fights) y despegues con carga alar grande o pistas cortas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario