(Nota: he colgado sólo los párrafos iniciales y el final. Se me fue de tamaño y pasé las 2500 palabras. No pude corregirlo -y podarlo convenientemente- el tema me resultó difícil y el tiempo no me alcanzó, perdonadme!)
La elusiva
cara de Dios
Es una tarde de esas por las que vale la pena estar vivo. Marta
Eugenia Ferreyra está en una terraza céntrica, bebe café con leche
deslactosada, no le pone azúcar. Siente que es demasiado mayor para disfrutar a
pleno de esa explosiva primavera que ha llegado. El aire límpido, tibio bajo un
sol dorado, inequívoco, deseoso como las hojas nuevas deslumbrantemente verdes
y radiantes, lo ve, lo siente, lo percibe, está rodeada, es un escenario
adecuado para pasiones. Pasiones que podría haber vivido. Admira las jóvenes mujeres
que pasan por delante de su mesa, son desinhibidas como era ella, también a los
jóvenes de paso enérgico y decidido, la nostalgia la invade, también la envidia.
Está cansada, ha deambulado por este mundo mucho más tiempo del que habría
deseado. El contraste entre el renacer primaveral y su atardecer vital la
agobia. Vuelan las memorias en su mente, resurgen recuerdos, analogías
inspiradas por lo que ve.
Van en dirección al aeropuerto, conduce José Luis Quinteiro,
su amigo de muchos años, lo conoció de pequeña. Buscarán a Emma Boneau, una
compañera de cuando ella hizo el colegio en Francia, es una amiga muy especial,
por eso viene a visitarla. Entre Marta Eugenia y José Luis siempre hay sentimientos
inacabados, temas pendientes flotando en derredor de ambos, sin embargo, él evitará
llegar a algo más que a una amistad muy cercana, decidió que no llegará a otra
forma de relacionamiento. En el fondo sabe que él se siente atraído, ella pasa
por lo mismo, puede ser que más aún, pero nunca cambia el tenor de esa amistad.
Luego, no podrá seguir adelante con lo que desearía, todo se daba para que así
fuera, pero muy a su pesar, nada sucede. Él dará un paso que ella no esperará, que
tenía calculado y que finalmente lo habría doblegado. Su amiga Emma, también
quedará en una situación que ni imaginó ni querrá que se vuelva a dar. A veces, el cuerpo será la solución, la
única oportunidad de redimirse, y también, de vengarse. Va más allá de la
mente, es una herramienta que ella intentará usar.
Emma es extrovertida, parece brillar, chisporrotea dinamismo
de continuo. Se mueve, gesticula, ríe, habla sin miedo. Va en el asiento del
acompañante, podrá conocer mejor la ciudad que visita por primera vez. Durante
el viaje mira más a José Luis que al paisaje, también, de vez en cuando, le
pone la mano encima del brazo derecho que tiene sobre el volante. Le agradece
en inglés que la haya ido a buscar al aeropuerto, lo hace en varias ocasiones. Se
da vuelta en su asiento, cuchichea en francés con Marta Eugenia. José Luis la conoce
desde niña, de ahí esos 27 años de diferencia, años que pesarán en las
decisiones que los cambiarán para el futuro. Emma no sabe que José Luis
entiende más francés del que ella se cree. Lo
que sucederá en unas horas no debería suceder nunca, aunque los sueños, las
vigilias, y los infaltables absurdos estén plagados de esas ilusiones. Todo
quedará como una oportunidad fallida, casi una culpa para el resto de la vida.
[...]
[...] No se imagina que Marta Eugenia se convertirá a partir de
ese momento en su sombra, un espectro pronto a descargar una constante, pero
medida venganza durante muchos años. A Marta Eugenia no se le dice no, no hay
que entrometerse con lo que considera su propiedad, no se le desafía. Lo que
sufrirá Emma no es nada comparado con la persecución, el desquite, el
impedimento, la represalia ante cualquier pareja que le apareciera a José Luis,
esa negativa a seguir sus designios será fatal. Así de fácil se socavan las esperanzas, aun las más puras y aun con
el deseo que tuvo de verle la cara a un Dios grandioso y condonante, terminará condenado
a un futuro de irracionalidad, de choques, de desilusiones, de frustraciones.
Mientras bebe el café con leche deslactosada sin azúcar, y mastica la galleta sin sal ni gluten, no puede entender cómo José Luis, un reconocido donjuán en toda la vida se negó a claudicar ante ella. Nadie podía negarse a seguir sus designios, nunca. Sabe que él se arrepentirá, pero no dará el brazo a torcer, nunca. Durante años lo martirizará, hará lo imposible e increíble para estropear cualquier pareja que él pudiera tener, aun viviendo en el extranjero. A Marta Eugenia no se le dice no. Y esa primavera que siente que la rodea, que la incentiva y que la ahoga al mismo tiempo, es la venganza de la vida que ella ya no pueda gozar.
Los jóvenes siguen paseando frente a
esa terraza donde una anciana se da cuenta que su café con leche deslactosada
sin azúcar se enfría.
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