Sandra era popular. Sandra salía todos los fines de semana. Sandra tenía un buen trabajo. Sandra parecía feliz. Sandra se quitó la vida.
Nadie se podía explicar lo había sucedido. Según las publicaciones que subía la victima a diario a las redes sociales su existencia era envidiable. Tampoco hallaron señales violentas en su apartamento. Ni siquiera una nota de suicidio. Nada que pudiera dar una pista sobre los motivos de aquella acción tan drástica. Nada, excepto quizás, un relato. Un relato que yacía desmadejado sobre la mesa. Un relato sembrado de tachones y garabatos. Un relato donde se podía leer en grande:
La chica de la eterna sonrisa.
(El resto del cuento será el relato que han encontrado).
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